jueves, 27 de noviembre de 2008

Mirar para escuchar

Quisiera con este escrito parar por un momento las obligaciones, las actividades, las tareas para dedicar un tiempo, “su tiempo” a una persona que pasó por nuestra asociación.

Era un hombre de los que no podría decirse que el tiempo en prisión le hubiera deteriorado físicamente, bien parecido, de aspecto cuidado y con 40 años –acorde la edad con la persona que teníamos delante- En un domicilio que había dejado indicado pues necesitaba hacerlo para cobrar el subsidio por excarcelación, pero por el que pasaba muy de vez en cuando y no era precisamente santo de su devoción haber tenido que pedir ese favor, había recibido una carta de una entidad citándole para una tutoría individualizada. El hombre se presentó allí y le derivaron a nosotros. En un primer momento pensamos que venía derivado para buscar trabajo, pero en el fondo venía porque se pensaba que teníamos algo que ver con el INEM y tenía pánico de que le pudieran quitar el subsidio.
Resulta que este hombre vivía en la calle, había estado en diferentes prisiones del Estado Español, había terminado su condena, pero sus lazos familiares estaban completamente rotos.

No quería relacionarse con ningún recurso en el que contactara con otros exreclusos/as, quería romper completamente y perder de vista todo ese “rollo” y sobre todo quería descansar, quería estar a sus anchas, sobre todo ahora que acababa de salir. Pese a este deseo, decía que estaba mejor dentro que fuera. Quien ha tenido parte de la vida programada, organizada y de repente debe enfrentarse a la libertad en la más absoluta soledad, volver a llenar el vacío sin muleta, lo pasa francamente mal.

Hablamos con él, con su voz entrecortada en su intento de controlar el llanto. Decía que no podía buscar trabajo porque llevaba mucho tiempo sin trabajar, porque no había forma de localizarle, porque los lugares en los que dan de comer tienen unos horarios y no los puede perder porque necesita comer, estaba muy confuso en lo que decía, insistía en que no tenía experiencia reciente, no iba a saber hacer nada y además con esa “facha” nadie le iba a coger.

Lo cierto era, que no sabía por dónde empezar; lógico. No hicimos mas que decirle la verdad y ofrecerle argumentos sinceros pues realmente creíamos que quien teníamos delante tenía posibilidades. La realidad era que este hombre no estaba para escuchar, estaba tremendamente aturdido, agradeció con toda la amabilidad y tristeza del mundo los ánimos y apoyos y pidió por favor que no le quitáramos lo único que tenía, el subsidio. Quería salir de allí.

Tras este encuentro, nos quedó el interrogante de si debíamos respetar su espacio y dejar que fuera él quién volviera, si lo deseaba, o si tras dejarle “su tiempo” para que tomase proyección hacernos los encontradizos en el único lugar que dejó indicado, el comedor. En cualquier caso...no sólo nos quedaron interrogantes sino también rabia, dolorosa rabia.

María Angurel (C. Técnica. Programa Ícaro. Asociación Eslabón. http://www.eslabon.org/ )

1 comentario:

Carlosgus dijo...

Hola María, espero que nos cuentes si finalmente hubo otro encuentro. Lo malo del tiempo es que generalmente consolida estas situaciones, probablemente tenga totalmente rota la confianza en sus posibilidades y en las que el entorno puede ofrecerle, quizás ese sea el principio de la intervención con él.

Os mando un saludo a las personas que habéis puesto en marcha esta iniciativa y os animo a seguir con ella, un abrazo.

Carlos